4 de noviembre 2022 — 5 de enero 2023
En palabras de Jordi Garrigos, Maria Corte desafía un principio básico de la biología. Ella, como su arte, como sus personajes, transforma la realidad convencional y nos muestra puntos de vista innovadores y divergentes. La diferencia con el resto de nosotros es su ubicuidad: tiene su cabeza en Barcelona, casa suya, pero también en Rosario, Cadaqués, Nueva York, La Habana o Madrid. Estos lugares, que representan la familia, la infancia, el éxito profesional o las amistades, son paisajes que inspiran nuevas perspectivas detectadas por la artista. Son los lugares que han dejado huella en su obra, y que hoy se concretan en esta muestra: un collage de sus calles y de su gente, del conjunto de espacios que han ayudado a modular su trayectoria a lo largo de los años.
Pero empezamos por el principio. Maria Corte Maidagán (Barcelona, 1983) no levantaba dos palmos de tierra cuando ya dibujaba todo lo que observaba, curiosa, desde el balcón de casa de los padres. Hoy nadie se sorprendería, sobre todo conociendo su trayectoria, pero ya entonces demostraba un talento fuera del común para su edad. Cualquiera que se acercara se daba cuenta de que tenía una aptitud especial, diferente, y con esto ha convivido toda su vida: con un don que el resto de los que orbitábamos allá cerca ni soñábamos.
También llevaba grabado en los ojos, la rebeldía y el inconformismo. Por eso, cuando llegó a la adolescencia, vivió deprisa, muy deprisa. Huyó de un camino recto y creció a toda pastilla, bailándolo todo y obviando su habilidad artística. Hasta que un día se paró cinco minutos y se puso en marcha.
En 2009 se graduó en Ilustración en la Escuela Massana de Barcelona. Como la mayoría de los compañeros de su generación, empezó flirteando con el underground, pasando por fanzines locales e inventándose una serie ilustrada sobre cómo hacer cócteles. Duró entre poco y nada: en 2010 la María Corte iniciaba una carrera fulgurante que la posicionó rápidamente entre las artistas más destacadas de su generación. Casi sin darse cuenta, sumó colaboraciones con medios de comunicación de todo el mundo. Pocos años después de acabar los estudios, había estampado sus ilustraciones en lugares que muchos compañeros de gremio tardan una vida entera a conseguir: La Vanguardia, The New York Times, The Wall Street Journal, The Washington Post, Playboy, La República o Vanity Fair.
En 2014, Corte hizo realidad uno de sus sueños, publicar su primer libro, también en el mercado norteamericano, ‘J is for Jazz’, un maravilloso abecedario. Pero la artista catalano-argentina tenía una espina clavada y quería poner remedio: trabajar en y para casa, ver Barcelona empapelada de su arte, de formas redondeadas, de un estilo personalísimo, geométrico y lleno de detalles fascinantes. Ya había ganado un concurso de Santa Eulàlia cuando apenas acababa los estudios, en 2009, pero su colaboración con la ciudad solo había hecho que empezar. En 2019, ya consolidada como una de las grandes ilustradoras del país, el consistorio municipal le pidió la cartelería completa de La Mercè. Diez años entre uno y otro, una vida entera y una trayectoria de éxito.
Aquel encargo le abriría nuevas puertas: desde sus colaboraciones con el Ayuntamiento de Madrid, donde Manuela Carmena prácticamente la adoptó como propia, a sus incursiones en el mundo editorial catalán. O las suyas ya icónicas portadas por el suplemento Cultura/s. Y más marcas, y más colaboraciones en todo el mundo.
Maestra absoluta del ‘brainstorming’ y con -demasiada- facilidad para decir que sí a retos por imposibles que parezcan, Corte se estrena con su primera exposición pictórica. La artista se aleja de su medio natural, el digital, para pasar al canal más primario, uno nada diferente al de aquella chica que dibujada sentada ante el balcón.
El noviembre de 2022 inaugura la primera exposición individual de pintura en la Galería Gothsland de Barcelona y lanza la primera colección de piezas en formato NFT. La vuelta a los orígenes, la explosión de formas y colores de ‘Transits’, by Maria Corte, una muestra de quince años de trayectoria. Un punto y aparte que abre un nuevo y excitante camino en su carrera: una puerta abierta para volver a casa.
En todas y cada una de sus facetas creativas, Maria Corte desarrolla un universo muy personal donde la descomposición formal de reminiscencias cubistas dialoga poéticamente con una sinuosidad colorista de aires más clásicos.
Corte crea mujeres enérgicas, deseantes, sensuales, multiétnicas, danzantes, pensantes y a veces melancólicas. Sus representaciones de ciudades como Barcelona, Nueva York, Madrid o La Habana la convierten en una auténtica retratista urbana, capturando en cada una de sus composiciones las esencias, formas, ritmos y colores de los lugares que peine. Así mismo, en la obra de Corte se aprecia un conceptualismo crítico no exento de ironía que la conecta, por un lado, con una extensa tradición de poesía visual muy presente en la cultura catalana y, de la otra, con las manifestaciones del inconsciente, que tan bien conoce gracias al bagaje psicoanalítico familiar. La de María Corte es una pintura que vibra, que suena y que proyecta toda su luz y cromatismo al público que lo observa.